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Una historia, una noche


 

Autores: Anna Książek, Andrea Pucci

Traducción: Ione Andia

 

Por diversas razones decidimos distanciarnos y viajar por separado durante unas semanas. Elegimos Indonesia. Gracias a esa decisión, yo, Anna, tuve la posibilidad de crear relaciones más profundas con algunas de las mujeres que conocí. Sobre todo con Ajeng, quien me hospedó durante una semana en su casa familiar en Malang, Java. Esta historia es sobre ella y su comunidad musulmán.

Ajeng: Quiero promover un cambio en mi país. Pero hoy, tan solo quiero originarlo a mi alrededor, en mi pueblo o distrito. El cambio trata sobre la educación, quiero que la gente sienta cómo la educación puede darles un futuro mejor. Además, debemos apreciar nuestra propia cultura, sin dejarla atrás como hacen muchos jóvenes. Piensan que la cultura es para ancianos. Espero que los jóvenes vuelvan a aprender lo hermosa que es su propia cultura. Sus tradiciones. Nuestra herencia es nuestro orgullo.

Contacté con Ajeng a través de workaway.info. Fui su primera voluntaria y me confesó estar asustada por este encuentro. Incluso se planteó cancelarlo el día anterior a mi llegada. Afortunadamente no lo hizo y la mañana siguiente me vino a recoger a la estación de autobuses y me llevó a mi habitación, que incluso contaba con un propio baño. Una habitación simple, pero con todo lo que uno necesita. La única pega fue el ruido, ya que la casa de Ajeng está en una calle muy ajetreada. Aun así, era suficiente con caminar unos metros por el callejón y de repente te encontrabas en medio de un silencioso y tranquilo pueblo indonesio, muy diferente a la calle ajetreada. En el pueblo, así como en las escuelas y jardines de infancia, tuve la oportunidad de enseñar inglés, de hablar sobre nuestro viaje y de motivar a los estudiantes a aprender. Sin embargo, lo más importante fueron las clases nocturnas organizadas en la casa de Ajeng tres veces por semana. Las clases eran gratuitas y abiertas a cualquier niño del pueblo, independientemente de su edad, nivel educativo o situación financiera. Ella los organiza en su tiempo libre, el cual no es mucho teniendo en cuenta que Ajeng tiene tres hijas. Ella cree que ayudar a los demás es una parte importante, si no esencial, de la vida. Esta creencia está estrictamente conectada con lo que el Islam enseña.

El trabajo principal de los locales es la agricultura. No en sus propias granjas, sino que trabajan para otra gente. Muchos de ellos no pueden escribir ni leer. Mucha gente comete crímenes, los adolescentes tienen malos hábitos como fumar o tomar drogas. Creo que la educación puede salvarles de los malos hábitos, malas influencias. Decidí organizar la clase de inglés porque es algo que podría llamar su atención. Si hubiera dado clases de indonesio o de matemáticas, la gente no vendría. Pero a mucha gente le interesa el inglés: ¡Quiero hablar en inglés! ¡Quiero que mis hijos hablen bien en inglés! Por lo que traen a sus hijos aquí. A veces también visito a algunas familias e intento convencer a los padres de que la educación puede mejorar el futuro de sus hijos, que pueden tener un mejor trabajo y una mejor vida.

La clase de inglés no es más que una excusa para educar. Educar, en el sentido más amplio de la palabra. Un tema muy importante para Ajeng es la ecología y protección ambiental. Ella es una de las pocas en este país que ve un problema en las montañas de basura tiradas por las calles, donde quiera que vayas. Antes de la clase Ajeng me pidió varias veces que les hablara a los estudiantes sobre las calles limpias en Europa, sobre cómo la gente tira la basura en contenedores y de manera separada, sobre los ríos en los que se puede uno bañar de forma segura porque no son basureros. Las clases de inglés y ecología en casa de Ajeng no son su primera iniciativa. Todo empezó con un proyecto llamado “One night one book” (“Una noche, Un libro”).

Nuestro proyecto OMAH backpacker ofrece estancias gratuitas a cambio de un libro. Te puedes quedar una noche de manera gratuita si nos traes un libro. Todos los libros de nuestra librería fueron donados de esta manera. Ahora también lo estamos intentando con “One night, one teaching” (“Una noche, una enseñanza”), puedes quedarte aquí y enseñar a los niños durante la clase de inglés.

Muchos extranjeros ya han visitado la casa de Ajeng. Ella es muy abierta y sabe las diferencias entre las personas del Este y del Oeste, el Sur Global o el Norte Global o tal y como quieras denominar a esos dos (supuestamente) completamente diferentes mundos. Se dio cuenta de las diferencias en cuanto a expresar emociones, que los occidentales dicen abiertamente cuando algo no les gusta, lo que para los indonesios es una gran vergüenza. Los indonesios nunca expresan desilusión o enfado, ni en situaciones obvias (desde nuestro punto de vista), como cuando pides algo y no lo obtienes. Tenemos un sentido del tiempo diferente, al igual que una forma diferente de comer. Por lo general, comemos tres veces al día, más o menos a las mismas horas, esperando a que otros se unan y compartamos la comida juntos. En la casa de Ajeng, al igual que todas las familias indonesias que tuve la oportunidad de visitar, la comida se prepara por la mañana y se queda en la cocina. Siempre que estés hambriento vas a la cocina y coges algo de comer, sin considerar la comida como una ocasión para reunirse.

Ajeng también respeta muchos de los valores que son importantes para nosotros, pero desconocidos por los indonesios, solo por mencionar la privacidad como ejemplo. Ajeng me protegió de selfies masivos, que son un verdadero tormento en esta parte del mundo. Sobre todo, Ajeng me llevó con ella a sitios muy diferentes, mostrándome la vida real de una mujer en un pueblo de Indonesia. Junto a ella y sus compañeros preparé una ceremonia para los 100 días posteriores al entierro, observando a mujeres en esta situación informal, ocupadas cocinando, pero también estando juntas y compartiendo sus pensamientos y sentimientos. La ceremonia fue preparada por mujeres, pero solo los hombres pudieron participar.

Otro día, visitando aldeas cercanas, tuve la oportunidad de probar el zumo de caña de azúcar recién cortado, preparar mi propio café- refiriéndome a freír, moler y tamizar los granos de café- probar muchos platos locales cocinados en cocinas tradicionales y participar en la ceremonia de la mayoría de edad de un chico, un ritual rico en muchas tradiciones y prácticas que permanecerá en mis memorias por mucho tiempo. Todo empezó con una procesión en la que al niño montado a caballo lo rodeaba su familia más cercana y lo seguían bailarines y músicos, así como leviatanes en forma de león. Justo después de ellos había un chamán intentando luchar con los demonios que habían poseído cuatro hombres de la aldea. La ceremonia se realiza solo si al menos una persona está poseída, eso significa que la naturaleza está de acuerdo en que el ritual suceda. Los hombres poseídos tienen una fuerza sobrehumana, tienen que ser dirigidos por al menos otros 3-4 hombres para que no dañen a nadie. La procesión llega al agua, donde se lava al niño y la familia comparte la comida junto con invitados especiales. Como desconocida, me invitaron a que me uniera, a convertirme en uno de ellos.

Ajeng me sorprendía cada día, no solo mostrándome la vida diaria de su familia y vecinos, sino sobre todo con nuestras conversaciones profundas. Hablamos mucho sobre el rol de la mujer, quien por un lado sigue las tareas femeninas tradicionales como son el cuidado de la casa y la familia y, por otro lado, tienen voluntad y mucha libertad para realizar sus pasiones y ayudar a la sociedad. Ajeng, al igual que otras mujeres musulmanas que conocí en el camino, estaba ansiosa por aprender sobre Europa y nuestra forma de pensar. Valora mucho sus propias tradiciones y la religión musulmana, pero al mismo tiempo está abierta a varios tipos de cambios que puedan ayudar a su sociedad y al medio ambiente.

Lo más difícil es cambiar la mentalidad de las personas. A veces enseñamos a los niños a comportarse bien. Pero cuando vuelven a casa, retoman los malos hábitos. Tirar basura, ver la televisión en tiempo de estudio. La familia nunca dice nada. Piensan que mientras los niños vayan a la escuela está bien, incluso si no aprenden. Ese es nuestro gran propósito aquí: cambiar la mentalidad de las personas.

A través de su trabajo, Ajeng crea impacto no solo en los locales, sino que también en los extranjeros que visitan su casa. Gracias a ella tienen la oportunidad de experimentar y comprender la cultura de Indonesia y el Islam, en torno al cual hay muchos malentendidos y conceptos erróneos. Ajeng tuvo mucho cuidado de no involucrarme en su religión que ni siquiera visitamos una mezquita, pero sí vimos algunos templos budistas e hindúes. Sin embargo, estaba abierta a responder todas mis preguntas y compartir su propia opinión sobre los lados buenos y malos de su religión. Lo interesante fue ver que, si no supiera que estaba hablando sobre el islam, podría fácilmente creer que se trataba de los cristianos o cualquier otra religión que he podido conocer hasta ahora.



 

Changemaker, Ajeng, de Indonesia. Organiza clases de inglés para niños de forma gratuita en Malang, Java. También promueve ideas relacionadas con la ecología y la educación.



Estudiantes de la escuela secundaria en Malang jugando su juego favorito.


Lección en una escuela secundaria en Malang durante la cual Anna cuenta su viaje en busca de changemakers y explica por qué vale la pena aprender idiomas.


Los leones grandes son una parte importante de la ceremonia de mayoría de edad, el momento en el que un niño se convierte en hombre.


Una mujer de un pueblo cerca de Malang fríe granos de café, luego los aplastará y tamizará; ese es el proceso para preparar esta bebida aromática.



Anna catches the opportunity and prepares Anna aprovecha la oportunidad y prepara su primer café indonesio, ¡el mejor!

 

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